Gaby en Ejecutivas Diario El Comercio 12/7/11 (historia de LimaYoga)

Gabriela Sologuren: "Ahora siento que mi trabajo da frutos"
No era feliz, sufría siguiendo una carrera solo por complacer a sus padres. En busca de alivio, probó el yoga. Vio la luz. Hubo un cataclismo el día que anunció que no ejercería su profesión. Al llegar a casa, su pareja la encontraba dando clases en la sala. Hoy él es su socio, juntos están sembrando salud



Alex vestía saco y corbata y, los fines de semana, el fútbol era su pasión. Hoy, día de semana y en plena hora de oficina, viste sandalias y un polo fuera del pantalón. Gabriela Sologuren, ella es la feliz responsable de la transformación del padre de sus dos hijos. El yoga le salvó la vida, y ella ahora vive para difundirlo (y, cómo no, también para beneficiarse de esta disciplina que resulta urgente en estos días de alta tensión). Lima Yoga, así bautizó a su empresa. ¿Sabe alguien qué fue del cartón ese que la certifica como bachiller en Biología?

Y entonces, la Biología quedó en el camino.
Quedó en el camino. Aunque se relacionan (con el yoga), porque si yo acepté seguir Biología fue por el tema del ser humano, del funcionamiento del cuerpo, de la naturaleza; y el yoga es eso: cómo te relacionas con tu cuerpo, cómo te relacionas con la naturaleza y con el medio ambiente.

Pero fueron cinco años de estudios, de seguir una carrera que al final jamás ejerció. ¿No generó eso un conflicto en casa?
Por supuesto. La idea en mi casa era: “¡Tienes que estudiar!”; y yo decía: “Pero, ¡no me gusta!”. Yo estaba en la universidad, pero vivía sufriendo porque no me gustaba lo que hacía; y en mi casa la preocupación era: ¡Qué iba a ser de mí! “Acaba”, me decían; y cuando acabé: “Haz una especialización”. “¡Pero si yo no quiero!”… Todo era sufrimiento (ríe)…

¿Por qué eligió esa profesión?
Cuando salí del colegio no sabía qué hacer. No me encontraba. Tenía muchas inseguridades… Tiraba más para el arte, las letras, pero ahí entraba el tema de mi familia: “¡Cómo vas a estudiar eso!”. Fueron ellos los que me sugirieron que postulara a la Agraria. Yo terminé el colegio en segundo puesto, y como tal tenía ingreso directo a una universidad nacional; y así, por seguirles la corriente entré para ver qué tal.

¿En qué momento apareció el yoga?
Yo estaba pasando por toda esa etapa de estrés, de sufrimiento, y le dije a una amiga -que lo practicaba desde los 15 años- que me lleve a sus clases. Y desde la primera clase hice clic. Me encantó, y ya no paré. Al principio lo comencé a practicar como lo que es: una técnica de autosanación, para estar bien, tanto física como mentalmente; no imaginaba que con eso yo iba a hacer algo más. Fue después, cuando acabé la carrera y ya estaba viviendo con Alex –porque también tenía que generar ingresos-, que decidí dar clases en mi casa. Compré unos petates en Surquillo, y como a mis amigas les gustaba –porque cuando yo iba a la playa, de campamento o adonde sea, hacía yoga-, ¡ya pues! Ahora todas mis amigas, las personas que se relacionan conmigo, practican yoga; porque todo se contagia… Yo enseñaba en mi sala, y como en esa época me volví a encontrar con la amiga que me inició en esto -y ella estaba haciendo danza-, dijimos: “¿Por qué no alquilamos un lugar?”. Al día siguiente ella vino y: “¡Ya lo encontré!”. Y empezamos.

Eso fue el 2006. Alex, su pareja…
Usaba saco y corbata.

Él era gerente financiero de un banco, y antes de que abrieran su local solía ocurrir que, al llegar a casa, la encontraba a usted y a sus amigas…
En posturas de yoga; y me decía: “¡Qué aburrido!”. Entonces él jugaba fútbol, salía a correr; su cuerpo estaba superduro (tenso), y yo lo obligaba: “Acompáñanos”; porque tenía solo dos alumnas y quería que esté con nosotras para hacer más ambiente. Él sufría, no le gustaba, no se podía concentrar… Y ahora (ríe)…

Usted le ha cambiado la vida.
Sí, pues, porque al final lo dejó todo. El yoga te hace eso.

Lo que entonces usted ganaba era el ingreso menor de la casa.
Sí, era solo para mis gastos.

Entonces, si él dejaba su empleo, eso iba a atentar contra su futuro económico.
Yo tenía confianza en que nos iba a ir bien. Siempre le decía: “Renuncia, ¡renuncia!” (ríe)… Porque él venía a almorzar a la casa y, a la hora de irse, yo lo veía que se iba sufriendo (ríe)… “Ya, ¡acaba con eso!”. Y fue una transición, porque renunció y comenzó a hacer consultorías, pero fue por muy poco tiempo porque se dio cuenta de que detestaba hacerle la tarea a otros (ríe)… Una noche, yo le dije: “Alex, ¿qué voy a hacer con esto?”; porque tampoco me veía solo dando clasesitas, eso no nos iba a generar mucho dinero. “Quiero hacer algo más con el yoga”. Al principió pensé en hacer retiros (de meditación), pero esa noche decidimos que íbamos a hacer algo grande; y fue entonces que todo se confabuló para que él se encuentre con un amigo que -a su vez- lo contactó con un profesor en Miami que certifica a maestros de yoga. Alex se fue para allá y se certificó como profesor con él –antes que yo, incluso-; se cayeron bien, y ahí empezó nuestra historia con Fred Busch. Él se vino para aquí.

Busch es un profesor de yoga con varios años de experiencia, ha dictado talleres en distintas partes del mundo.
Cuando lo conocimos tenía tres estudios en Miami. Ahora solo se está dedicando a trabajar con nosotros.

Ahora son socios.
Es nuestro socio para Latinoamérica, porque Fred no solo está dando cursos en Lima, sino también en Guayaquil. Queremos llevarlo a otros países, es muy posible que el próximo sea Colombia.

Ustedes están desarrollando un negocio. ¿Eso no entra en conflicto con la filosofía del yoga?
El dinero es un subproducto. Nuestra visión no es: queremos ganar dinero; sino: queremos expandir la práctica del yoga. Y lo estamos consiguiendo, y eso nos está permitiendo tener un buen ingreso.

No solo dan talleres para alumnos, también certifican a profesores. Es decir, están preparando a su futura competencia. ¿No es eso atentar contra su propia empresa?
No, porque nuestro objetivo es que la mayor cantidad de gente practique yoga; y mientras más gente quiera enseñar, va a también querer seguir nuestro curso para profesores. Entonces, eso no afecta el negocio, más bien lo estimula.

Todo empezó en la sala de su casa, sobre un petate; ahora están por abrir su quinto local.
¡Increíble! Y eso es ya por Alex, que todo lo quiere hacer en grande (ríe), porque yo le decía: “No, con dos, tres locales, es ya suficiente”… Porque yo soy la administradora, la que ve los detalles.

Pese a que usted no ha estudiado para eso. Él, en cambio, es economista.
Alex ha trabajado en planeamiento, es el que tiene la visión para ver el mediano y largo plazo. Yo soy la que ve el día a día, él es el que quiere crecer, crecer y crecer (ríe)…

Dice que la práctica del yoga la ayudó a encontrar tanto la salud física como mental. ¿Qué significa eso?
Para que tu mente esté sana, tu cuerpo tiene que estar sano; ese es el primer paso. Eso implica que dejes de lado los malos hábitos: mala alimentación… De ahí viene el enfrentamiento con tus demonios: con tus traumas; porque el yoga hace que te veas a ti mismo, que te des cuenta de tus pensamientos, para que veas qué estás haciendo y por qué te estás sintiendo mal, por qué estás tomando decisiones equivocadas; porque el estrés y la ansiedad son a causa de esas decisiones equivocadas, y lo que el yoga hace es que tú mismo quieras alejarte de todo lo que atenta contra ti mismo.

O sea que esta práctica que al parecer es tan serena, lo que hace en realidad es forjar al guerrero que llevamos dentro.
Claro. Incluso una de las posturas se llama así: del guerrero, y ayuda a que tu cuerpo esté fuerte; porque cuando tu cuerpo está fuerte, tu mente está fuerte. El yoga es una unidad: mucha gente –por ejemplo- se dedica solo a la parte intelectual, y no hace más que estudiar; no trabaja su cuerpo. Allí hay un conflicto, y al final se enferman, sufren gastritis… El yoga, en cambio, te ayuda a trabajar la integridad: tanto el cuerpo como la mente.

La sociedad de consumo procura darnos todas las alternativas para alcanzar la comodidad. ¿Debo entender que el yoga va contra ello?
Un poco, porque el común de las personas prefiere evadir, evitar ver las cosas dolorosas; y lo que hace el yoga, más bien, es llevarte hacia adentro de ti, mostrarte quién eres y prepararte para enfrentar la realidad. El yoga te prepara para todo, te enseña a desapegarte de todo, hasta de tu propia vida.

¿En su caso, cuál fue el gran miedo que venció?
Sufría de mucha ansiedad. Mi vida familiar fue un poco difícil, como todos tuve mis traumas y, al final, así como unos van al psicólogo, a mí el yoga fue el que me ayudó. Pasé también por una depresión postparto muy fuerte. Durante toda esta década que lo llevo practicando he pasado por un proceso de crecimiento personal bastante fuerte.

El yoga le ha permitido vivir su propia Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Claro (ríe)…

También le brindan sus servicios a empresas. ¿Qué han encontrado?
Nos dimos cuenta de que cuando le llevas yoga a alguien que no ha tomado la decisión de hacerlo, no sirve. Nos ha pasado que la empresa le dice a su personal: “Ya, aquí están las clases, ¡vayan!”. Y nadie va (ríe)… Esto funciona cuando la persona decide, es entonces que vas a ver los cambios; y son cada vez más las empresas que nos llaman: Rímac Seguros, Integra, el Británico… Nos están llamando bastante de hoteles. Estamos logrando este crecimiento en un momento en el que hay una gran preocupación por la salud, el bienestar… Es que ha habido tanto materialismo, ¡que ahora se viene lo espiritual!

Así como le ha cambiado la vida a su pareja, también le ha pasado lo mismo con otras personas.
Sí, esa es una de las cosas que más me gustan del negocio, porque te das cuenta de que llega gente muy mal –tú te das cuenta de lo cargados que están-, vienen jorobados, con sobre peso, con una nube negra encima, y, después de unos meses, los ves ¡brillando! Es gente feliz, que ha bajado de peso; y eso genera toda una onda de salud, porque luego esas personas contagian a otras; y así esta se puede convertir en una ciudad más pacífica, más alegre, ¿no?

Siendo Lima todo lo contrario.
Sí, pues, pero el yoga puede hacer todo eso; porque cuando estás contento puedes darte mejor cuenta de qué situaciones son las que activan tu estrés y, así, ya nos vas a reaccionar mal ante el tráfico, ante la gente…

O sea que de paso ustedes están haciéndole una contribución a la ciudad.
Más o menos (ríe)…

A quienes sí estresó al decidirse por el yoga fue a sus padres. ¿Qué opinan ahora de su situación?
Se han sorprendido, no se lo esperaban… Ellos habían tenido siempre esta idea convencional de que hay que seguir una profesión, hacer una maestría y después trabajar en una empresa; y -no sé- creo que ahora les estamos contagiando nuestra alegría, esta buena onda que también le estamos dando a nuestras familias.

¿Sus papás practican yoga?
No (ríe)… Los papás de Alex, tampoco; pero su hermano sí y también se ha certificado como profesor. Mis hermanos, no. Se resisten, pero ya caerán (ríe)…

¿Qué es lo mejor de dedicarse a esto?
Me encanta trabajar. Yo tengo mucha energía y no la estaba sabiendo enfocar correctamente. Pese a haber sido siempre una buena estudiante, por el hecho de estar en algo que no quería, yo no me sabía expresar. Toda esta energía, todas mis habilidades, no estaban siendo manifestadas. Ahora siento que mi trabajo da frutos… La alumna aplicada ya está haciendo bien las cosas, ¡es algo así!

Dígame: no habiendo estudiado administración, ¿cómo hace para llevar la empresa?
Sentido común, e ir aprendido de los errores… (“el yoga, además, te da seguridad respecto a tu propia sabiduría”, interviene Alex). Sí, el yoga me da claridad mental para hacer las cosas lo mejor posible.

O sea que en el caso de ustedes se da de manera limpia la frase que le atribuyen a Alan García: “La plata llega sola”.
¡Sí! (ríe)… Hay un libro que nos gusta mucho, de Deepak Chopra –“Las Leyes de la Abundancia”-, que es como nuestra biblia. Dice que cuando trabajas con tu propósito, todo viene; incluido lo material. Eso pasa cuando tú estás alineado con las cosas que quieres lograr.

Chopra, precisamente, es muy criticado por haberse hecho rico gracias a la difusión de una filosofía del bienestar. ¿Están pasando por algo similar?
Al principio. Ahora, no tanto. La gente pensaba que nuestros cursos eran muy caros y había quejas: “Cómo pueden cobrar así, si esto es algo espiritual”. Pero esto es un trabajo, y los profesores también tienen derecho a ganar. Para nosotros es una alegría que la mayoría de nuestros profesores ya no tenga que trabajar en otros lados para poder vivir de esto (“Además -Alex vuelve a intervenir-, qué es más importante: ¿que un fabricante de armas gane dinero o que sea Deepak Chopra quien lo gane?”).

FICHA
Nombre: Gabriela Sologuren Pellegrini.
Colegio: Mater Purísima.
Estudios: Bióloga de la Universidad Nacional Agraria con especialización en Gestión Ambiental y Calidad Total. Profesora de yoga certificada por el Yoga Alliance.
Edad: 30 años.
Cargo: Socia, directora y profesora de Lima Yoga.

Lima Yoga
Escuela de yoga para alumnos y profesores. Certificada por el Yoga Alliance (EE.UU.), Gabriela la inició el 2004 en la sala de su casa.

Crecimiento
Con un préstamo de 300 soles abrió su primer centro el 2006. Asociada con su esposo, está por abrir el quinto local. Tiene un staff de 20 profesores.

Comments

María Cancino said…
Genial! Admiro mucho su dedicación. Yo voy a Lima Yoga de Magdalena y realmente me gusta muchísimo, espero algún día enseñar también.
Mis clases favoritas son las de power yoga.
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